jueves, 31 de mayo de 2012

Ives, el asegurador

[Hilary Hahn. © Sam Jones]
Si no hubiera sido compositor, a Charles Ives (Danbury, Connecticut, 1874 - Nueva York, 1954) quizá se le conocería como el agresivo hombre de negocios que dirigió una de las compañías de seguros más importantes de los Estados Unidos, el empresario que pedía a sus vendedores que "aporrearan algunas ideas geniales" en las cabezas de sus potenciales clientes. Pero para nuestra suerte Ives fue también un visionario artístico, el músico que, a la distancia, puede ser considerado padre putativo de algunos de los grandes maestros de la música norteamericana de la segunda mitad del siglo XX, con John Cage y Morton Feldman a la cabeza. Igual que ellos, Ives parte del absoluto desdén hacia las imposiciones de las escuelas: "No sé por qué razón habría que desterrar la música tonal para siempre. [...] No sé por qué tendría que estar siempre presente".

Ives no rechaza la tradición, pero opera con ella como el acumulador de referencias, como el creador de collages (hay algo mahleriano en eso), invitando al oyente a una escucha de los materiales que no son sometidos a manipulación alguna ni necesariamente ordenados con una direccionalidad concreta. En la música de Ives se hallan referencias a grandes maestros clásicos, pero también aparecen, superpuestos o encadenados, baladas y temas folclóricos. En esta invitación a la poliescucha subyace un hiperrealismo que desdeña la retórica romántica y busca su punto de fijación en la naturaleza ("La naturaleza es amiga de las analogías y siente horror de la repetición y la explicación retórica"). Es la suya una música que se complace mucho más con las preguntas que con las respuestas. The Unanswered Question, esa partitura orquestal aún temprana (1908) que se ha convertido en una de sus piezas más difundidas, representa bien el espíritu de un compositor inconformista y alejado de cualquier tipo de convencionalismo que, cuando en 1920 publicó la Sonata Concord, una de sus obras auténticamente maestras, aún se preguntaba sobre la naturaleza del arte: "Puede que la música aún no haya nacido". Parece una sentencia de Cage.

Aparte esa magistral sonata pianística, sus cuatro sinfonías y otra serie de piezas orquestales, que pasan hoy por ser sus obras más conocidas y prestigiadas, Charles Ives dejó cuatro sonatas para violín y piano, que escritas entre principios de siglo y 1915, serían estrenadas entre 1917 y 1940. Se trata de obras en tres movimientos, pero perfectamente singularizadas en materia de armonías, atmósferas y colores. La extraordinaria Hilary Hahn (Lexington, Virginia, 1979), que vive una espléndida primera madurez, las ofrece, con el acompañamiento soberbio de su habitual colaboradora, Valentina Lisitsa (Kiev, 1973), en un CD ideal para entrar por el camino menos convulso en la estética del compositor. Es música inserta en la tradición lírica del instrumento, pero que se libera de reglas y obligaciones de todo tipo para fluir con absoluta naturalidad y sencillez, pasando del ragtime al himno, de la melancolía a la efervescencia, de la fantasía a la ensoñación infantil. Y así la toca Hilary Hahn, como una niña deslumbrada por el primer sol de la mañana.
[Diario de Sevilla. 24-03-2012]


CHARLES IVES (1874-1954): FOUR SONATAS
Hilary Hahn, violín
Valentina Lisitsa, piano

1. Sonata para violín y piano nº1
2. Sonata para violín y piano nº2
3. Sonata para violín y piano nº3
4. Sonata para violín y piano nº4 Children's day at the Camp Meeting
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DEUTSCHE GRAMMOPHON 477 9435 (Universal) [66'26'']
Grabación: s/d (¿2011?) [Si ya tampoco DG cuida el pie editorial, qué nos queda]


Ives: Adagio (Cantabile), tercer y último movimiento de la Sonata nº3. [8'02''] Hahn, Lisitsa.

viernes, 4 de mayo de 2012

De Moravia al mundo

[Cappella Amsterdam]
El caso de Leoš Janáček (Hukvaldy, 1854 - Ostrava, 1928) es revelador de cómo desde lo local se puede aspirar a influir de forma decisiva en la cultura del mundo. Convencido defensor de las raíces nacionales (checas) de su música, sin apenas haber abandonado su Moravia natal (un año en Viena como estudiante y un par de estancias en Venecia y Londres conforman prácticamente todo su bagaje viajero), Janáček es hoy considerado de forma casi unánime como una de las grandes luminarias de la modernidad, un nombre imprescindible para comprender las decisivas transformaciones que el arte musical conoció en las primeras décadas del siglo XX.

El aislamiento que el compositor vivió en la provinciana ciudad de Brno, que, aparte las excepciones ya señaladas, dejó solo ocasionalmente para cursar breves visitas a otras regiones y ciudades de su país, no significa en cualquier caso que el compositor no hubiera estado en contacto con otras corrientes musicales, muy especialmente con la alemana, que en realidad era la dominante entre las clases ilustradas checas. Puede que en su resistencia a la asimilación tuviera mucho que ver su formación como niño de coro, que lo llevaría hasta el monasterio agustiniano de Brno, pero también la figura venerable de un Smetana, en quien reconoció al gran padre de todos los compositores checos, o su cercanía a Antonin Dvořák, con el que durante el verano de 1877 se dedicó a recorrer Bohemia.

De un modo u otro, hay en Janáček una profundización en el folclore de su país que está en la base de su profundo antirromanticismo. Janáček despoja al discurso musical de lo superfluo, de la retórica característica de los maestros románticos, prefiriendo usar la cadencia natural de la frase hablada como base del canto, lo que suponía, en su vuelta al modelo monteverdiano, un gesto verdaderamente revolucionario. Esta esencialidad de su música vocal alcanza su más depurada expresión en la ópera, terreno en el que, aunque tardíamente (solo una revisión de Jenůfa presentada en Viena en 1917 le dio el éxito internacional), es considerado como uno de los más grandes autores del siglo XX, pero es en su repertorio coral donde todo eso se va fraguando.

Este disco que presenta en Harmonia Mundi la Cappella Amsterdam dirigida por Daniel Reuss es una forma extraordinaria de penetrar en ese mundo. En los arreglos sobre seis Dúos moravos de Dvořák como en las miniaturas infantiles de Řidlaka o en piezas autónomas como el Padrenuestro, el Ave María (sobre Byron), Los senderos del lobo, El pato salvaje o la Elegía a la muerte de mi hija Olga, Janáček muestra su amor por la historia y la naturaleza checas, y lo hace trascendiendo su sustancia de cosa propia y cercana. La música de Janáček se presenta aquí como un modelo de fusión entre lo antiguo y lo nuevo, lo local y lo universal, lo rural y lo urbano, la canción y el teatro. En todo, Janáček, y con él la Cappella Amsterdam y sus diversos acompañantes salen, más que indemnes, triunfantes.
[Diario de Sevilla. 17-03-2012]


LEOŠ JANÁČEK (1854-1928): CHORAL WORKS
Thomas Walker, tenor (en 3, 4, 5 y 8)
Philip Mayers, piano (en 1, 3, 4 y 5)
Dirk Luijmes, armonio (en 6 y 8)
Ernestine Stoop, arpa (en 8)
Cappella Amsterdam (en 1, 2, 3, 4, 5, 7 y 8)
Radio Blazers Ensemble (en 5)
Director: Daniel Reuss

1. Šest moravských dvojzpěů [Seis coros moravos; transcripción de los Dúos moravos de Antonin Dvořák, 1841-1904]
I. Dyby byla kosa nabróšená [La separación] 
II. Slavikovský polečko malý [La promesa de amor] 
III. Holub na javoře [La abandonada]
IV. V dobrým sme se sešli [Separarse sin sufrimiento]
V. Šipek [La rosa salvaje]
VI. Zelenaj se, zelenaj [Confianza]

2. Kačena divoká [El pato salvaje]

3. Vlči stopa [Los senderos del lobo]

4. Elegie na smrt dcery Olgy [Elegía a la muerte de mi hija Olga]

5. Řikadla [Canciones infantiles]
I. Úvod [Introducción]
II.Řipa se vdádala [La boda de la remolacha]
III. Není lepší jako z jara [No hay nada más hermoso que la primavera]
IV. Leze krtek podle meze [El topo se arrastra al borde del campo]
V. Karel do pekla zajel [Karel se da una vuelta por el infierno]
VI. Roztrhané kalhoty [Mis calzones están desgarrados]
VII. Franta rasů [Franta el paleto]
VIII. Náš pes, náš pes [Nuestro perro, nuestro perro]
IX. Dělám, dělám kázání [He hecho, he hecho un sermón]
X. Stará baba čarovala [La vieja de la varita mágica]
XI. Hó, hó, krávy dó [¡Ho, ho! Huye de las vacas]
XII. Moje žena malučiká [Tengo una mujer tan pequeña]
XIII. Bába leze do bezu [La vieja se ha subido sobre un anciano]
XIV. Koza bilá hrušky sbirá [La cabra blanca recoge peras]
XV. Němec brouk, hrnce tlouk [El alemán gruñón ha roto los platos]
XVI. Koza leží na seně [La cabra está tendida en el heno]
XVII. Vašek, pašek, bubeník [Vasek, el tambor, ese pequeño bribón]
XVIII. Frantíku, Frantíku [Francisco, mi pequeño Francisco]
XIX. Seděl medvid' na kolodi [El oso sentado en un tronco]

6. Naše vecery [Nuestras noches] [instrumental]

7. Varyto [Ave María]

8. Otčenáš [Padrenuestro]
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HARMONIA MUNDI HMC 902097 [71'42'']
Grabación: Noviembre de 2010


Janáček: Elegía a la muerte de mi hija Olga. [7'35''] Cappella Amsterdam. Daniel Reuss