lunes, 5 de septiembre de 2011

Orfeo melancólico

[John Dowland]
Durante el reinado de Isabel I (1558-1603), Inglaterra vive una auténtica edad de oro musical. Si en los últimos siglos medievales la insularidad había provocado un aislamiento que permitió el desarrollo de sólidas tradiciones autóctonas, con la llegada del siglo XVI los contactos con el continente se relanzan y la música inglesa, sin perder algunas de sus singularidades, se pone a la última de los avances que se exportaban a toda Europa desde Flandes, el norte de Francia o Italia.

Posiblemente el gran compositor del periodo sea William Byrd, que tuvo especial dedicación al repertorio sacro, pero el arte profano florece también en las islas, permitiendo el desarrollo tanto de la música instrumental que, con el laúd como instrumento predilecto, no pierde sus referentes polifónicos, como de la canción que, en diferentes formas, iba a suponer el paso de la tradición pitagórica a la humanista, esto es, de la polifonía a la monodia acompañada, la gran novedad italiana del cambio de siglo.

En este terreno, pocos compositores tuvieron la fama y la trascendencia de John Dowland (1563-1626), viajero infatigable, laudista de reyes, católico en territorio comanche (no sólo la Inglaterra anglicana, sino las cortes protestantes alemanas de Brunswick y Hesse o la del rey Cristián IV de Dinamarca), autor de cuatro libros de canciones publicados entre 1597 y 1612 (un quinto, oficialmente editado por su hijo Robert, es en realidad una miscelánea del arte europeo de la canción a principios del XVII). Este corpus musical ha llegado con especial vitalidad a nuestros días, cuando hasta estrellas del pop le dedican su atención y sus discos.

Los testimonios de la época nos dibujan a un Dowland de carácter complejo, alegre por naturaleza, pero con tendencia a caer en profundas crisis de melancolía, en las que parecía regodearse con entusiasmo. Su música laudística, que pasa de las cinco horas de duración, se compone básicamente de danzas y fantasías y entre sus canciones, las hay de temática bien diversa, pero son las que se recrean en la soledad, la tristeza, el abandono, la oscuridad, la muerte las que han alcanzado mayor reconocimiento.

El joven contratenor francés Damien Guillon ha escogido para su debut discográfico en solitario algunas de esas canciones más célebres por su contenido entre desolado y melancólico (Sorrow, stay, Flow my tears, I saw my lady weep, Come Heavy sleep...), que se funden con piezas laudísticas de las mismas características y se contrastan con otras de humores más alegres y radiantes (Can she excuse my wrongs, Come away, Come sweet love, Fine knacks for ladies...). Refinado trabajo el de un Guillon de perfecta pronunciación y matizadísima prosodia expresiva, y de un Eric Bellocq que, armado con un liuto forte (mezcla de laúd y tiorba), no sólo aporta al dúo la solidez del bajo, sino que desarrolla cuando la ocasión lo requiere esos contrapuntos que completan la poliédrica personalidad de aquel melancólico Orfeo inglés.
[Diario de Sevilla. 03-09-2011]


JOHN DOWLAND: LUTE SONGS
Damien Guillon, contratenor
Eric Bellocq, laúd

1. John Dowland (1563-1626): Can she excuse my wrongs
2. Philip Rosseter (1567/68-1623): What then is love but mourning

John Dowland:
3. Come away, Come sweet love
4. Sir John Smith, His Almain [laúd solo]
5. Sorrow, stay
6. Burst forth my tears
7. Galliard to Lachrimae [laúd solo]
8. Flow my tears

9. Anónimo: The Eglantine Branche [laúd solo]

 John Dowland:
10. A shepherd in a shade
11. Away with these self-loving lads

12. Anónimo: The Gilly flower [laúd solo]
13. John Dowland: Say Love if ever thou didst find
14. Robert Johnson (c.1583-c.1634): Almayn [laúd solo]

John Dowland:
15. Fine knacks for ladies
16. Awake sweet love
17. I saw my lady weep
18. Mr Dowland's midnight [laúd solo]
19. Dear, if you change
20. Now, O now I needs must part
21. Come Heavy sleep
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ZIG ZAG TERRITOIRES ZZT110102 (Diverdi) [60'08'']
Grabación: Mayo de 2009

1 comentario:

Luisa dijo...

(Nuestra Edad de Oro)
Desde el marqués de Santillana y Gómez Manrique a Lope de Vega, pasando por Gil Vicente y otros muchos poetas de los siglos XV, XVI y XVII, las principales muestras de la tradición lírica oral, incrustada o adaptada en textos de la época, un tesoro de las antiguas canciones líricas, salvado gracias a estos autores, que constituye un capítulo extremadamente valioso de la historia de nuestra poesía e historia musical castellana.
(Vicente Beltrán)