Pues sí. Renovación completa de la imagen y el concepto del blog.
Gracias a todos.
Sigo aquí: El martillo sin dueño III
domingo, 19 de mayo de 2013
martes, 14 de mayo de 2013
Situación crítica
El pasado 20 de diciembre
se anunciaba que la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y los
ayuntamientos donde radican las cuatro grandes orquestas andaluzas habían
acordado formar un comité técnico para “estudiar soluciones” a la delicada
situación por la que pasan los conjuntos, que acumulan años de recortes en sus
dotaciones presupuestarias. Nadie plantea que cuatro orquestas de esas
características sostenidas con fondos públicos son demasiadas para nuestra
región y que la decisión de crearlas hace algo más de veinte años fue un error
de imprevisión que no hay quien se atreva a corregir mediante dolorosas
amputaciones.
El retraimiento del
dinero público está generando ya en Andalucía un replanteamiento serio de los
modelos de gestión no solo en las orquestas, sino en los principales teatros y
festivales de la comunidad. Los recortes en gastos comunes y en salarios
parecen en la mayoría de los casos llegados al límite de lo que pueden soportar
las instituciones sin desfigurar completamente la finalidad de su existencia.
Así que han empezado a sondearse otro tipo de estrategias. Por un lado, se
acrecienta la búsqueda de apoyo financiero privado y la explotación de los
recursos propios: los buenos resultados obtenidos en los últimos años por el
Teatro de la Maestranza de Sevilla es un buen ejemplo de que hay aún espacio
para moverse en este terreno. Por otro, se hace un esfuerzo por llegar a un
público más amplio, y aquí es donde no siempre el ideal del equilibrio
presupuestario coincide con el artístico. Es evidente que teatros, orquestas y
festivales no pueden vivir de espaldas a la sociedad que los sustenta, pero
entre sus responsabilidades se cuenta también la de guiar a esas mismas sociedades
ofreciendo productos que reflejen la evolución y la innovación en el campo
artístico que les es propio. Carecería de sentido invertir decenas de millones
de euros anuales en instituciones que se limitasen a repetir año tras año el
abecedario del repertorio musical y operístico. Nuestras orquestas y teatros no
pueden convertirse en meros hilos de transmisión de los clásicos populares.
Y riesgo empieza a
existir de que eso ocurra. Las programaciones más audaces han ido cediendo
terreno en toda Andalucía de forma clamorosa. Lo raro (que muy a menudo
es lo moderno) se confina en guetos. El Teatro de la Maestranza y la Sinfónica de
Sevilla son también en este sentido un ejemplo palmario. La región ha perdido además
en 2012 a uno de sus altavoces musicales más inquietos de los últimos quince
años: el Teatro Villamarta de Jerez, que ofreció salida tanto a los jóvenes
artistas de la comunidad como a productos no siempre mayoritarios, se ha
quedado sin programación propia. El colapso financiero del Ayuntamiento
jerezano, unido a la nula atención que le prestó la administración autonómica,
ha derivado en esta situación lamentable.
Otros riesgos asociados
se ciernen sobre los grandes proyectos musicales de Andalucía, al menos sobre
el nivel de excelencia que algunos llegaron (o aspiraban) a conseguir. Aireadas
este mismo año con intolerable afán demagógico las retribuciones de Pedro
Halffter, director artístico del Maestranza y de la ROSS, no tranquilizan demasiado
las declaraciones de algunos responsables políticos que, ajenos al hecho
musical, piensan que se pueden seguir recortando indefinidamente los
emolumentos de los artistas sin que eso afecte a la calidad del producto final.
Parece como si los músicos debieran pedir perdón por el sueldo que se ganan con
su trabajo. Pero en arte, como en todo, la alta calidad tiene un precio, y solo
hay que decidir si estamos dispuestos a pagarlo. Las contrataciones de nuestras
orquestas en directores y solistas invitados se están viendo ya muy afectadas.
El provincianismo acecha y a su sombra la más absoluta inanidad.
Mientras, el sector
privado lleva meses de irritación, que ha invertido en airadas críticas al
gobierno por el aumento del IVA para los espectáculos al 21%, un incremento sin
duda grave e inconveniente, que coincide con la supresión de los Circuitos andaluces
y con la contracción del presupuesto para ayudas a giras y producciones de la
Consejería de Cultura, lo que ha ocasionado incluso cierres empresariales, pero
el sector no termina de entender que sus males vienen de lejos, que no se
reducen a la subida del impuesto y que el proteccionismo de antaño es inviable
hoy en día. Por suerte, subsisten iniciativas con prestigio como la de la Orquesta
Barroca de Sevilla, que ha conseguido aunar apoyos para una temporada unificada
en la capital, aunque el conjunto sigue limitado por su insuficiente proyección
exterior. A su lado, surgen otras nuevas, como la de la Accademia del Piacere,
triunfante en medio mundo con su fusión de Barroco y flamenco, y apuntan algunas
ideas interesantes en el terreno de la edición y la organización de eventos,
aunque de momento se muestran aquejadas de un esclerótico raquitismo. La música
se tambalea en toda Andalucía. Pasados los lustros del crecimiento desordenado,
ahora toca el de la crisis. Crisis es cambio. Y no todo cambio tiene que ser a
peor.
Etiquetas:
orquestas sinfónicas,
políticas
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