sábado, 26 de febrero de 2011

Falla en Pruna


El jueves pasado participé en el aquelarre nacionalista que todos los años por estas fechas llena guarderías, colegios, institutos andaluces y hasta las caras de muchos de sus alumnos de banderitas verdes y blancas, sin que se conozcan desmayos por bochorno ni trastornos bipolares graves entre la grey del profesorado. Desde la Diputación de Sevilla, Antonio Reina, con las Misiones Pedagógicas en mente, se esfuerza por llevar además a los pueblos de la provincia algunas gotas de cultura que sobrepasen el nivel del tópico mediante ciclos de conferencias, que en este año han versado fundamentalmente sobre las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812, aunque a mí me pidió que fuera al instituto de Pruna a hablar de la música de Falla. Duro empeño, sobre todo, cuando comprobé que eran alumnos del primer ciclo de ESO los que se habían reunido para escucharme (o lo que fuera aquello, ¡mi más rendida admiración para los maestros de adolescentes y prepúberes!). Obviamente no es el formato de la conferencia el más idóneo para acercar a Falla a niños de 12 a 14 años, pero, qué remedio, les hablé de Falla y les puse música de Falla. No sé si lo conseguí, pero mi empeño fue hacerles entender que, por mucho que Falla escribiera obras de inspiración jonda y andaluza, su valor estriba en que su música es universal, entre otras cosas gracias a que tuvo la ocasión de marcharse a tiempo de su Cádiz natal para estudiar en Madrid, y luego de la capital española para formarse en París ("Mi patria es París", dejó escrito). Los árboles tienen raíces. Los hombres, piernas. Por grande que sea, toda nación es insignificante comparada con el mundo.

Falla jondo



Falla profundo


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