lunes, 21 de febrero de 2011

A través del espejo

[Uri Caine. © Robert Lewis]
Extraño hermanamiento éste, posibilitado una vez más por la audacia del productor Stefan Winter: Uri Caine, hombre de reconocida trayectoria en el mundo del jazz y sus aledaños, adalid de una cierta forma de fusionar, a través de una fértil creatividad personal, la modernidad con la música de los grandes maestros clásicos (sus discos sobre Bach, Mozart, Beethoven, Wagner, Verdi o Mahler así lo avalan), se une al Cuarteto Arditti, el conjunto más ferozmente vinculado a las vanguardias conceptuales y experimentales de los últimos treinta años.

[Paradise-Spring. Mamiko Takayanagi]
El pianista de Filadelfia atraviesa el espejo y da un salto decidido a la abstracción, acogiéndose para ello al concepto, tan venerable y antiguo, del capricho musical, soltando amarras de las referencias explícitas a otras músicas, a otras artes, aunque en el CD cada uno de los doce caprichos del compositor se vincula con un lienzo del artista japonés Mamiko Takayanagi (Kioto, 1976), sin que se nos informe en parte alguna de si las pinturas fueron inspiración de la música o simple recurso ilustrador del productor del CD, aunque más parece lo último.

Hay aquí ecos rítmicos vinculados al universo del jazz, juegos tímbricos y melodías que se encabalgan y cruzan por sorpresa incrustando este trabajo en la trayectoria de Caine, pero el lenguaje atonal y disonante, el encrespamiento de los arcos apuntan al terreno, tan habitualmente expresionista, del Arditti. Son, se ha dicho ya, doce caprichos para piano y clásico cuarteto de cuerda, que admiten la glosa caprichosa (los títulos son los de los lienzos):

[Winter song. Mamiko Takyanagi]
Capricho 1 Paradise - Spring. Las escalas frenéticas, los ritmos acogedores del piano como base obstinada para el fuego cruzado del cuarteto. El paraíso son los otros.

Capricho 2 Winter song. Trinos de pájaros se diluyen entre las ráfagas discordantes de las cuerdas.

Capricho 3 Ocean. Un ondulado scherzo a la Bartók.

Capricho 4 Summer time. El registro agudo de los violines, las notas tenidas, el bullir como de moscas vivaldianas en el sopor de la tarde, que se resuelve en un remedo de tango.

Capricho 5 Sunshine. El piano puntea apenas el torbellino incesante de los arcos.

Capricho 6 Midnight. Melodías románticas que el cuarteto exhala en forma de schubertiana plegaria y que el piano comenta en clave cinematográfica.

[Fallen Leaf. Mamiko Takayangi]
Capricho 7 Fallen leaf. La sombra de Bartók y del expresionismo vienés es alargada.

Capricho 8 Shooting star. Un aire de divertimento anglosajón lo impregna todo.

Capricho 9 Carrousel. El teclado termina envuelto en el vórtice de unos arcos que trazan arabescos expresionistas en el aire.

Capricho 10 Glitter. Entre los esbozos puntillistas del piano, hay retazos de melodía que suben desde el violonchelo y recorren espasmódicamente todo el registro sonoro del cuarteto.

Capricho 11 Sound to spring. Canto nostálgico de la cuerda que se convierte en un bisbiseo circunstancial. El piano, ágil y saltarín, termina arrastrado a la melancolía.

Capricho 12 Dance with the sound wind. ¿Es esto una danza o un aquelarre?

[Diario de Sevilla. 19-02-2011]


URI CAINE (1956): TWELVE CAPRICES
Uri Caine, piano
Cuarteto Arditti
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WINTER & WINTER 910 171-2 (Diverdi) [61'56'']
Grabación: Junio de 2009


Caine: Capricho nº7. [6'47''] Caine. Cuarteto Arditti

4 comentarios:

J. Rogelio Rodríguez dijo...

Hola Pablo.

Más allá de las motivaciones "cede-consumistas" que me provocan los Scherzo o Goldberg, tu blog siempre me motiva a salir de inmediato a la caza de la última recomendación.

Desconocía esta última propuesta de Caine. Para mí Caine es Winter & Winter. Caine es la re-construcción de las Goldberg, de las Diavelli... la bruma de Venecia en contraste con la música de Wagner interpretada en un café.
Las propuestas del pianista de Filadelfia nunca me han dejado indioferentes. Tanto Caine + Winter & Winter son una de las muchas razones por las que merece la pena seguir adquiriendo cedés.

Un saludo y gracias por tu propuesta.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Estuvo en Santander la semana pasada. ¿Demasiada técnica y no siempre la debida "trascendencia"? ¿Uso y abuso de una fórmula?

Pablo J. Vayón dijo...

¿Caine? No creo. Caine es un espíritu libre y abierto a casi todo, y lo demuestra precisamente con este disco en el que se aparta considerablemente de su línea habitual, y lo hace sin dejar de ser él mismo, pues la parte del piano está construida a base de improvisaciones. No conozco mucho del Caine en territorio del jazz (un mundo que me resulta algo lejano), pero sus acercamientos a los músicos clásicos me parecen en general excelentes (no todos iguales, claro: Mahler y el Othello de Verdi me parecen magistrales; Mozart, una maravilla; y Bach y Beethoven me gustan un poco menos). Actúa aquí Caine como un auténtico vampiro: toma la esencia del original (que puede ser una melodía, un ritmo, apenas un motivo aislado) y se integra por completo en él, devolviéndolo a la vida con un cuerpo distinto, de modo que a veces el original resulta aún reconocible, pero otras solo queda el recuerdo de un tema, de una imagen, de un género, de un modelo rítmico... El único lunar grande que recuerdo de su carrera fue ese fallido espectáculo para el Festival de Granada sobre Los desastres de la guerra de Goya, en el que no funciona nada, ni musicalmente (con esa pretendida fusión con el flamenco) ni escénicamente (un caos incomprensible) ni conceptualmente, hasta el punto de que se hace verdaderamente odioso por el maniqueísmo de las ideas, la tendenciosidad del tratamiento y su dudosa dimensión ética.