martes, 18 de enero de 2011

El más grande bachiano vivo

[Crucifixión (detalle). Matthias Grünewald] 
El binomio Philippe Herreweghe-Bach ha dado a los aficionados al Barroco algunas de las grabaciones más deslumbrantes de los últimos 25 años. Con la excusa del 40 aniversario de la fundación del Collegium Vocale de Gante, Harmonia Mundi, el sello que ha recogido la inmensa mayoría de estas producciones, ha iniciado la publicación de una edición en la que se recopila la mayor parte de este material, absolutamente crucial para entender el desarrollo de la interpretación bachiana en nuestro tiempo. Se trata de álbumes triples estupendamente editados en formato libro-disco, que se venden a precio medio y de los cuales cuatro han sido puestos ya a la venta. El recorrido de estos cuatro trabajos es cronológicamente amplio, pues se recoge uno de los más antiguos registros bachianos del maestro belga (el de los Motetes, de 1985) junto a otros realizados en los dos primeros años del siglo en curso.

El volumen que incluye los motetes (referencia HML 5908366.68) está dedicado también a la segunda grabación que Herreweghe hacía de la Misa en si menor (1996; la primera, tomada en 1988, había sido publicada por Virgin). Hay en esta segunda versión, cuya grabación no es todo lo nítida que sería deseable, un punto más de excitación y de brillo que en la de Virgin, excelente por su hondura y su rigor, bien representativa del primer estilo de acercamiento a Bach del director de Gante, muy preocupado por la transparencia y por la claridad, pero también por conservar un punto de monumentalidad que lo llevaba al uso de tempi lentos y de líneas un punto pesantes. Poco a poco, las articulaciones de Herreweghe se harían más ágiles, los tempi más ligeros, las líneas más leves. Pero la Misa de 1996 conserva aún, pese a la mayor intensidad de contrastes de dinámicas y a una tímbrica instrumental algo más punzante, el sentido majestuoso y extasiante de la antigua, con un magnífico equilibrio entre empaste y claridad coral y un notable énfasis sobre los detalles de retórica. La descripción puede aplicarse a los Motetes, que son algo más austeros, pero de una intensidad emotiva y una expresividad igual de honda y arrebatada.

El álbum HML 5908372.74 recoge las cantatas para bajo cantadas por Peter Kooy (1991), las de alto con Andreas Scholl de solista (1997) y el único CD no bachiano de la colección, un trabajo dedicado a cantatas de compositores alemanes anteriores a Bach (Tunder, Kuhnau, Bruhns, Graupner) que fue registrado en 1999. Aquí se aprecia con claridad el paso de un estilo interpretativo que privilegia un sonido más envolvente, carnoso y meditativo a otro más suelto, ágil y ligero. La muy emotiva Ich habe genung es un logro en la versión de Peter Kooy por su exquisito equilibrio entre retórica y musicalidad. El trabajo de un aristocrático Andreas Scholl resulta un punto frío en el juego de tensiones, densidades y equilibrios que gustan a Herreweghe, pero eso da a su disco un interés muy especial por el contraste entre una visión más oscura y honda y otra más centrada en la pura belleza del sonido. En el CD de cantatas prebachianas luce la luminosidad italianizante de las obras de Tunder y una voluntad clara de agilizar las líneas y aligerar las texturas, que afecta tanto a las partes corales como al acompañamiento instrumental.

Pero donde ese cambio de paradigma estilístico mejor se aprecia es en la comparación entre las dos versiones del Magnificat que se publican en el álbum con referencia HML 5908360.62, la versión en re mayor grabada en 1990 y la escrita en mi bemol mayor en el año 2002. La primera se completa con la cantata BWV 80 y la segunda con la BWV 63. El tercer disco del álbum recoge las cantatas BWV 8, 125 y 138, que fueron registradas en 1998. El carácter exultante del Magnificat había sido ya bien atrapado en la grabación de 1990, pero en la del año 2002 los tempi son más rápidos, el coro se ha aligerado (aunque mínimamente, de 21 a 17 voces) la brillantez instrumental resuena con más potencia y nitidez y los contrastes resultan más contundentes. Son opciones algo distintas, acaso un punto más caótica la segunda, pese a que las interpolaciones navideñas imponen cierta adusta ternura, y perfectamente complementarias. Extraordinarios, casi inmejorables, los solistas de 1990 (Mellon, Lesne, Crook, Kooy), muy especialmente el formidable tenor americano (el dúo con Lesne es de altísimo voltaje), aunque en el registro de 2002 se cuenta también con una soberbia Sampson (cristalino y encantador "Quia respexit"), mientras que, siendo notable, el resto del elenco (Danz, Padmore, Noack) queda algo por debajo del de doce años atrás. Más que complementos, BWV 80 y BWV 63 son piezas capitales del arte bachiano que nos revelan al Herreweghe cuidadoso con los detalles (el acompañamiento al dúo de soprano y bajo de BWV 63 con un Marcel Ponseele glorioso en el oboe es de una delicadeza suprema) pero capaz a la vez de mostrar los aspectos más gozosos de los grandes coros acompañados por trompetas y timbales.

Se ha insistido a veces en la general austeridad herreweghiana (más palpable en sus grabaciones más antiguas) como un punto en contra de su trabajo, pero yo encuentro en ella una especial conexión con el espíritu de Bach, pues la sobriedad del estilo del gran maestro belga busca siempre la claridad del contrapunto, el equilibrio y la conjunción de las partes (esos unísonos entre violines primeros y las sopranos del coro), todo ello iluminado por un cuidado exquisito por los detalles tímbricos (muy apreciable en la participación de los instrumentos obligados y la sutileza del continuo que los sigue) y por la retórica que ponen en valor tanto los aspectos más superficiales como los más hondos de la música bachiana. Todo ello es bien apreciable tanto en el disco de cantatas que completa el álbum del Magnificat como en el aparecido con la referencia HML 5908369.71 que reúne cantatas de Adviento y Navidad (BWV 122, 110 y 57 de 1995; BWV 36, 61 y 62 de 1996; BWV 91, 121 y 133 de 2001). Acaso no valga la pena incidir, por conocido, en el excelente trabajo del Collegium Vocale de Gante ni insistir en la especial comunión que el concepto de Herreweghe alcanza con esta música tan llena de matices que casi podría describirse número por número. Hay por supuesto otras opciones de gran calado en torno a la música grabada del Cantor (de Koopman a Gardiner pasando por Suzuki o Kuijken), pero en opinión del abajo firmante Philippe Herreweghe puede ser considerado sin exageración la figura más destacada de la interpretación bachiana de nuestro tiempo.
[Scherzo nº259. Enero de 2011]



4 comentarios:

Mario Guada dijo...

Hola:

¡Por fin!
No sabes lo que me alegra leer esto, pues al menos veo que no estoy solo en esta "lucha".
Como bien dices, Herreweghe ha sido criticado en ocasiones y puesto en un lugar menor por aquellos defensores del buen hacer -sobre todo- del maestro Gardiner -lo cual es muy respetable, el buen hacer del mestro inglés y su defensa, digo-, por una supuesta menor calidad técnica y falta de brillantez sonora, sin embargo, al igual que para ti, siempre he defendido la increíble conexión retórica que existía en sus interpreaciones. Entre Bach y Herreweghe existe un algo especial -¿será espiritual?- y que ningún otro intérprete tiene.
Así pues, enhorabuena por tan exquisita y narrativa defensa del genio belga y su mirada bachiana.

Un abrazo.

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Magnífico. Gracias.

T dijo...

¡Pablo, qué me pierdes!

;-)

Antonio Torralba dijo...

¡Excelente artículo, Pablo!
Un abrazo