sábado, 30 de abril de 2011

Pianistas y otros animales

[Grigori Sokolov en Hamburgo (4-02-08). © Jens Jürgen Schaefer]
Desde que el inolvidable Rafael Orozco participara en el concierto inaugural del 2 de mayo de 1991 con el célebre Segundo de Rachmaninov hasta que hace unas semanas el jovencísimo Juan Pérez Floristán debutara con la ROSS, los pianistas han sido los solistas instrumentales que más han contribuido al prestigio del Maestranza, hasta el punto de que resulta más fácil citar las ausencias que las presencias. Obviando algunos casos, como los de Pollini o Argerich (que canceló su actuación en la Expo), prácticamente todos los grandes pianistas de las últimas dos décadas han pasado por el escenario del Paseo Colón, muchos de ellos en recitales solistas, que en los últimos años han conformado el ciclo específico de Grandes Pianistas.

Como la memoria personal es selectiva, uno recuerda la entrada rauda, casi flotando sobre el suelo, de Kissin antes de que la noche se transformara en sus manos, los estallidos sonoros de Sokolov, el derrame de propinas de Barenboim, la cuerda rota de Pogorelich, la elegancia de Pires, los colosales primeros 80 minutos de Schiff, la original profundidad de Aimard, el Chopin de Zimerman, las manos rápidas de Lang Lang, el refinamiento del rudo Lupu, la magia de Perianes… En pocos días Lugansky nos devolverá a aquel 2 de mayo del 91 con un de Rachmaninov que a poco que Halffter esté inspirado puede ser histórico, y para los próximos años, las nuevas generaciones deberían incorporarse con naturalidad al teatro. Apetece escuchar a Tharaud, a Ott, a Lewis, a Wang, a Thibergien, a Abduraimov, a Blechaz, a Jáuregui, a Fellner, a la siempre sugerente Gabriela Montero, o recuperar a Andsnes, que pasó, jovencísimo, por la Expo para no volver. Eso sí, convendría renovar pronto los instrumentos de teatro y orquesta, vencidos ya por el tiempo.
[Diario de Sevilla. 28-04-2011]

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