sábado, 21 de julio de 2012

La burbuja musical y el IVA

[El Palau de Les Arts Reina Sofía de Valencia, ejemplo superlativo de la burbuja musical española.]
A fecha de hoy, la AEOS (Asociación Española de Orquestas Sinfónicas) agrupa a 28 conjuntos, la mayoría de los cuales no llega a los 30 años de vida, y prácticamente todos fueron creados y son sostenidos por las instituciones públicas. Si se dejan al margen algunas formaciones históricas, como las Sinfónicas de Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia y Navarra, la ONE o la Orquesta de RTVE, todas las orquestas españolas se han creado después de 1980, la mayoría a finales de esa década y principios de la siguiente. En muchas ocasiones, estas orquestas nacieron como refundaciones de conjuntos anteriores, que casi siempre tenían un carácter cercano al amateurismo. En España hay otras orquestas no afiliadas a la AEOS (entre ellas, una de relieve, como la Filarmónica de Málaga, cuya ausencia me resulta enigmática), pero la mayoría son conjuntos semiprofesionales que en cualquier caso comparten con las asociadas su juventud. Extrema juventud cabría decir si se compara con el movimiento sinfónico internacional. Pues lo sorprendente del caso español es que esta prodigalidad en la creación de agrupaciones sinfónicas tuvo lugar cuando el sinfonismo había entrado ya en crisis en buena parte del mundo.

Y no fueron solo orquestas sinfónicas. El desarrollismo español de la segunda mitad de los 80 trajo un florecimiento extraordinario de infraestructuras, programas, asociaciones, conservatorios, escuelas y grupos de todo tipo vinculados a la música culta. Todos nos felicitamos por ello. El problema básico es que este crecimiento exponencial, que dejaba atónitos a muchos insignes visitantes, no contaba con un suelo demasiado sólido sobre el que cimentarse, y los ajustes a la realidad están resultando dramáticos. Muchos lo advirtieron. Esa proliferación de auditorios, teatros, orquestas y festivales, sujetos casi en el 100% de los casos al presupuesto público, sería insostenible en el tiempo si no se creaba la demanda suficiente en capas de la sociedad más amplias que las que en aquellas fechas consumían ese tipo de espectáculos. En el mejor de los casos, puede pensarse que todo fue producto de un exceso de optimismo. O de una inflación del crédito. Pues una burbuja no es otra cosa que eso. Hemos estado viviendo en muchas burbujas interconectadas, de las que la inmobiliaria ha sido solo la más visible. Sí, en efecto, hemos vivido, como sociedad (que individualmente la casuística es amplísima e irreducible a reglas claras), por encima de nuestras posibilidades (por más que haya muchos que se tomen esta formulación a risa). Esto es, hemos vivido por encima de nuestro nivel real de producción. Hemos vivido del crédito. De la confianza en nuestra capacidad de producir bienes y servicios suficientes para cubrir las inversiones y los gastos. Pero la bola creció y creció hasta que alguien dudó de nuestra solvencia e hizo que la(s) burbuja(s) estallara(n). También en la música. Las últimas dos décadas han sido años de vivir musicalmente a todo tren, pagando cachés que los artistas invitados no cobraban ni en los más prestigiosos y ricos escenarios del mundo, acogiendo proyectos que ni las sociedades más desarrolladas se atrevían a asumir, inflando las redes de auditorios y teatros sin la más mínima previsión sobre sus necesidades de mantenimiento y programación futuros (cada alcalde de cada pueblo quería tener su teatro y su técnico en programación). Gastamos, gastamos y gastamos. Pues bien, ha llegado la hora de pagar.

Otra forma de crecimiento, más racional, más responsable, pero también, obviamente, más lenta era posible. Ya da lo mismo. Esas infraestructuras se han hecho, se han creado, y ahí están. Por el camino, millones de personas se han beneficiado de ellas, y si se toman las decisiones adecuadas, muchas seguirán funcionando, aun a un ritmo menor, y otras podrán volver a utilizarse en un futuro más o menos cercano. Pero es época de contracción, y no queda más remedio que adaptarse y seguir adelante, espero que aprovechando las enseñanzas de la crisis. No imagino un futuro para España que no pase por la austeridad y el sacrificio. La realidad nos ha embestido. Y no hay alternativas. No tengo ni los conocimientos ni los datos suficientes para saber si los sectores escogidos por el Gobierno para aplicar los recortes son los más idóneos o no. Y lo mismo puedo decir de la subida de impuestos. Solo puedo confiar en los técnicos del Ministerio de Hacienda, que desde luego saben mucho más que yo.

Saben perfectamente que recortar inversiones, ayudas y subvenciones y subir impuestos (donde sea y a quien sea) provoca en un primer momento contracción del consumo y paro. Pero el problema es de deuda y de liquidez (por eso nos han subido también a los autónomos la retención del IRPF, lo que supone para la hacienda pública disponer de más dinero a corto plazo, pero menos cuando llegue la hora de la declaración de la renta), y no parece que sea factible salir del atolladero mientras no se consiga una financiación razonable de esa deuda. Luego están los intangibles. Estos últimos 20 años de crecimiento en infraestructuras y programas vinculados a la música culta lo han sido también de la formación de un público. Por más que en materia de difusión y divulgación creo que no se ha hecho lo suficiente (la pata escolar sigue cojeando de forma muy dolorosa, la inmensa mayoría de los medios de comunicación han ido abandonando progresivamente y de forma vergonzosa su imprescindible labor didáctica y la comunicación sigue siendo la pariente pobre de demasiados festivales y certámenes), no puede negarse que la prosperidad económica permitió a mucha gente derivar más dinero y tiempo a la cultura, y que eso, unido al incremento espectacular de la oferta, facilitó la creación de hábitos de escucha en un sector de la población no mayoritario, pero en absoluto despreciable. Esa realidad está en peligro. Pues, por mucha palabrería trascendente que se utilice, todos sabemos que lo que llamamos "cultura" no es un producto de primera necesidad, y además su consumo puede realizarse cómodamente desde casa y a un precio asumible por cualquiera (sí, pásmese, amigo socialdemócrata, el mercado ha democratizado la cultura). Es muy posible que quien antes asistía a dos conciertos, ahora pague solo por uno y el otro lo vea sentado tranquilamente en su salón (ayer, sin ir más lejos, Medici TV ofreció en alta definición, riguroso directo y gratis la inauguración del Festival de Verbier). En esta coyuntura, el paso del IVA reducido al general para los espectáculos escénicos resulta un problema añadido.

Supongo que es una medida temporal, que busca la liquidez inmediata. Y supongo que habrán hecho sus cuentas. No tengo argumentos ni conocimientos suficientes para juzgar si ese objetivo es realista y no provoca un daño mayor del que se pretende solucionar. No lo sé con certeza, aunque tenga mis intuiciones y mi opinión. Solo sé que de momento nos afecta a todos los que trabajamos en la cultura de la escena o en su entorno, más a los más débiles y desprotegidos (pero esto es siempre así, con toda crisis, y me parece algo por completo inevitable). Y que puede provocar pasos atrás graves en esos intangibles de la formación de públicos, de la creación de hábitos que luego cuesta años o décadas recuperar. No dispongo de información ni de datos para saber de cuánto dinero estamos hablando, de qué incremento de la recaudación supondrá esta medida, pero si con toda la subida del IVA se pretende recaudar 22 mil millones de euros más hasta 2014, no creo que la subida específica aplicada a los "productos culturales" compense sus daños colaterales. [El debate sobre qué entendemos o deberíamos entender por "productos culturales" es interesantísimo, pero mejor lo dejo para otra ocasión: de momento entiéndaseme que en "producto cultural" entra lo mismo una proyección de Nosferatu de Murnau con música del Cuarteto Casals en directo que Torrente 18 y 1/2, un Wozzeck que una fiesta rave.]

Otra cosa es la histeria y la demagogia que la subida del IVA ha provocado en mucha gente. Esta carta abierta del Consejero andaluz de Cultura es de un oportunismo bochornoso, este manifiesto me resulta ambiguo e innecesariamente verborrágico, y este otro, del que de momento solo encuentro la noticia, cargado de excesos terminológicos ("despótico", "caprichoso"), de demagogia y hasta de cursilería (la cultura como parte del "desarrollo afectivo" del individuo; si no me lo dicen, no lo sé; debe de ser que en Inglaterra, donde los espectáculos culturales soportan un 20% de IVA, hace mucho que se quedaron sin afectos).

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Actualización (20.30): ¿Este es el manifiesto?
Manifiesto de periodistas culturales
¿Y quién les ha dicho a estos que pensar se convierte en un lujo por la subida del IVA? ¿Por qué prodigioso mecanismo de la conciencia han llegado a una conclusión tan estrafalaria?

2 comentarios:

Felirosi dijo...

Me resulta interesante su comentario, sustancial y con muchas razones y argumentos. No cabe duda que en muchos aspectos tiene Vd. razón. Pero hay dos puntos....por los que ha pasado Vd. de puntillas sin entrar el doble cariz que tienen. No se su postura política, pero es factible preguntarse si esa asepsia puede ser innteresada.
Primero, "No tengo ni los conocimientos ni los datos suficientes para saber si los sectores escogidos por el Gobierno para aplicar los recortes son los más idóneos o no. Y lo mismo puedo decir de la subida de impuestos" resulta cuanto menos una afirmación ingenua. Creo que los sectores escogidos denotan una intención muy clara, sin tapujos y que amuchos nos asustan. INcluso podemos hablar de un cambio brutal de modelo social.
Y segundo, " Sí, en efecto, hemos vivido, como sociedad (que individualmente la casuística es amplísima e irreducible a reglas claras), por encima de nuestras posibilidades" evidentemente esta frase es intachable, pero tambien ingenua, es como decir que los culpables somos todos por igual y pelillos a la mar. No voy a entrar en debate ideológico, solo le preguntáré, ¿no cree Vd. que los que han propiciado la burbuja deberían ser señalados y en su caso castigados? ¿No conoce Vd. que hay una tipo de personas que ocupando cargos públicos han sacado provecho de esa falsa prosperidad, mucho mas dinero que otros, hasta el punto de que se habla en la prensa con normalidad de corrupción masiva? Si Vd. desconoce esto, entiendo lo de repartir equitativamente los costes, pero muchos pensamos que para efectuar unas medidas tan radicales que castigan al 100/100 de la población hay que partir de una posición mucho más honesta y ética, castigando a los causantes, y persiguiendo sin tregua la corrupción. Si esto fuera así, estoy con Vd. todos debemos sacrificarnos, pero como no parece que vaya a ser el caso, entienda que no nos conformemos. En este cas,o me hago el ingenuo yo, ¿que pesa más en la ruina actual el aprovechamiento de un trabador a sueldo o de los que han amasado o robado injustamente dinero? Lo digo para ver cual sería el sector que más debe pagar.
No olvidemos la aplicación actual de una sabiduria muy antigua, "La mujer del cesar no solo ha de ser decente, sino que debe parecerlo"

Pablo J. Vayón dijo...

Primero: los recortes han tocado absolutamente a todos los ministerios. Desconozco los capítulos concretos en cada caso, salvo los que más se han aireado. Globalmente, son las inversiones (fundamentalmente, en obras públicas) y el personal los más afectados, lo cual me parece lógico, porque son los que el Gobierno puede manejar con más facilidad y donde el cálculo del ahorro es más seguro. No tengo ni puñetera idea del juicio de intenciones que usted se hace. Yo no los hago. Respeto demnasiado a la realidad. Pero hablar de un "cambio brutal de modelo social" es una fantasía hiperbólica que no se corresponde con nada más que con una visión deforme y sectaria de lo que está pasandio. En el fondo seguimos viviendo en una sociedad asistencial y un Estado benefactor, solo que arruinado.

Segundo: un tótum revolútum difícil de digerir. Cuando digo que hemos vivido como sociedad por encima de nuestras posibilidades me refiero a que todos (todos) hemos participado de una prosperidad apoyada en aire, todos hemos disfrutado de servicios y prestaciones que seguramente no se correspondían con nuestro nivel de producción. Tampoco es para fustigarnos y renegar de lo que se tenía. Simplemente, ahora hay que pagarlo. Y lo de la corrupción es otra cosa cuya mayor o menor conexión con el problema de fondo no exime de responsabilidad a nadie. Me parece alucinante que se pretenda culpar de la situación al tipo que dio un crédito dudoso y se vaya de rositas quien se llevó y se pulió la pasta alegremente. Uno de los problemas de España es la impunidad con que cotidianamente se incumple la ley. Yo soy muy partidario de la aplicación de las leyes, siempre, lo mismo al corrupto de alto stánding que al chorizo que trabaja mientras cobra el paro, chalanea con el PER, declara ingresos muy inferiores a los que obtiene o se cree el dueño del espacio público. El problema es que todo el mundo piensa siempre que tiene razones que están por encima del bien y del mal para justificar sus comportamientos. Me resulta admirable esa ética de castigar "solo" a los causantes, que siempre son los otros, claro, porque usted los tiene perfectamente identificados.