Cuando eras redactor jefe de Cultura en El País ¿con qué rama de la cultura te sentías más cómodo?A bote pronto: ¡Joder!
Pretendía sentirme cómodo con todas, pero no lo conseguí con ninguna. Me encontré con un mundo mucho más complejo que el del deporte y en muchos sentidos mucho peor que el del deporte. Era un mundo muy impermeable, hermético, con un periodismo a la carta, absolutamente ligado a la industria, que es una forma de mal periodismo. Esa supeditación a la industria cultural, extremadamente poderosa por otra parte, era deliberada, o cuando menos consentida. Los centros de decisión del periodismo cultural están en los despachos de la industria, en las discográficas, de las editoriales, productoras de cine…Ahí tiende a decidirse qué se escribe, cuándo se escribe y cómo se escribe. Es muy cómodo y gustoso vivir con esa relación de dependencia porque te cuidan muy bien. Y eso genera un periodismo de alfombra, acrítico, plano. Yo me he encontrado con gente maravillosa dentro del mundo de la cultura, pero también me he llevado una decepción muy grande con esa forma de tejer el periodismo: la industria decide y el periodista acata.
En los próximos días se me ocurrirán otras cosas.
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Y en el periódico en el que él trabajaba, el periodismo cultural fue particularmente sumiso a los intereses empresariales del grupo al que pertenecía. Ahora, como ya no hay grupo, la cosa está más diluida pero hubo años en que cultura era lo que decían en Canal Plus que lo era, lo que editaban las editoriales de Polanco y los discos que más se vendían en Crisol.
Yo recuerdo una anécdota de la primera vez que Richter tocó en el Auditorio Nacional. A tres días del evento, fin de semana por medio, estaba más de medio aforo sin vender porque, por lo visto, a Richter lo conocía poca gente. Ante el fiasco, después de lo que les había costado convencerlo para que tocase en la sala grande, la relaciones públicas, con gran habilidad, encargó un artículo a EL PAÍS, para que contasen quien era el pianista ruso. Fue mano de santo. El lunes por la tarde ya no quedaba una entrada.
(El Cultural de ABC, entonces magnífico, le había dedicado semanas antes varias páginas)
Sí, claro. Está el Caso Echevarría.
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